La antigua tierra de Egipto e Israel sigue siendo una ilustración relevante de las páginas de la Biblia. Muchos de los lugares sagrados mencionados en este libro sagrado se encuentran en el territorio de estos países y prácticamente no han cambiado durante los últimos milenios. Tales lugares incluyen el monte Moisés, que, según los israelitas, se llama monte Sinaí en la Biblia.
El evento que tuvo lugar en el monte Sinaí es de suma importancia para los judíos. El profeta Moisés, durante el gran éxodo de Egipto y la búsqueda de la Tierra Prometida para el pueblo de Israel, recibió la Torá (tablas) en la cima de la montaña de manos del Señor, así como muchas leyes, incluida la famosa Los 10 mandamientos.
En su deambular con el pueblo, después del éxodo de Egipto, Dios advierte al profeta Moisés sobre el monte Sinaí, apareciéndole en forma de zarza ardiente. Por lo tanto, cuando los judíos establecieron su campamento al pie de esta montaña, Moisés se retiró en su cima para estar en comunión con el Señor.
Solo el tercer día tuvo lugar esta importante reunión, durante la cual el profeta recibió en sus manos un decálogo, tablas con reglas inscritas en ellas, mandamientos, que a partir de ahora estarán obligados a observar a todos los judíos creyentes. En su significado, estos postulados básicos de la cosmovisión religiosa judía están cerca de los valores universales reconocidos. Entonces, en particular, llamaron a honrar a sus padres, a no matar, no robar, no dar falso testimonio y no cometer adulterio.
Incluso los primeros cristianos, los padres de la iglesia, creían que el pueblo conocía estos mandamientos antes de la reunión de Moisés con el Señor. Posteriormente, estas reglas ocuparon un lugar central en muchos estudios religiosos de los dogmas cristianos y en su esencia son los fundamentos de la moral cristiana, su incumplimiento podría resultar en la excomunión.
Actualmente, hay varios monasterios y capillas en funcionamiento en el monte Sinaí, al que acuden muchos peregrinos. Aquí viven monjes y ermitaños cristianos. En el lugar donde, según la leyenda, tuvo lugar un encuentro significativo, se construyó una torre. Durante el reinado del emperador romano Juliano I, se construyó un monasterio junto a él, que se ha asociado con el nombre de Santa Catalina de Alejandría desde el siglo X.
Una montaña rocosa baja y anodina atrae a seguidores de las enseñanzas de Cristo y judíos de todo el mundo. Los peregrinos creen que cuando se encuentren con el amanecer en la cima de esta montaña sagrada, recibirán la gracia de Dios, por lo que esta reliquia religiosa sigue siendo un fetiche válido hasta el día de hoy.