En los días soleados y calurosos, se puede ver fácilmente una densa neblina en las grandes áreas metropolitanas. Este es el llamado smog, el producto de la combustión de combustibles líquidos y sólidos, procesados en la atmósfera.
Inicialmente, el smog era el resultado de la condensación de la humedad del aire en los productos de combustión de varios tipos de combustible (partículas de humo, cenizas, polvo). Sin embargo, con el desarrollo de la tecnología, desde aproximadamente 1950, ha aparecido un nuevo tipo de smog: el fotoquímico, que es el resultado de la mezcla de sustancias como el ozono (más del 90%), óxidos de nitrógeno, peróxidos de nitrato y sustancias orgánicas volátiles (vapores de pinturas, gasolina, químicos, etc.). Bajo la influencia de una fuerte radiación ultravioleta, la concentración de todas estas sustancias en el aire forma smog.
Las fuentes de smog incluyen gases residuales de fábricas y plantas de energía, productos químicos domésticos como laca para el cabello o solventes y, por supuesto, los gases de escape de los automóviles, que es la principal causa de smog en las grandes ciudades.
La gran cantidad de contaminantes que se acumulan en el smog tiene un impacto negativo en el medio ambiente y la salud humana. Por eso, la cantidad de oxígeno en el aire disminuye y el que contiene contiene sustancias tóxicas.
El smog es especialmente peligroso en climas cálidos y tranquilos. En tales condiciones naturales, se hunde más al suelo y puede permanecer durante varios días. Es por eso que se ve con mayor frecuencia en climas soleados.
Promueve la concentración de smog en el aire y edificios de gran altura, que impiden el movimiento de masas de aire. Y también la alta humedad del aire, en la que los residentes de las ciudades tienen que respirar humedad saturada con diversas sustancias peligrosas que son solubles en ella.
El smog tiene un efecto tóxico directo en los pulmones, agravando el asma, exacerbando las alergias y otras enfermedades que afectan el sistema respiratorio del cuerpo. Además, los productos de combustión absorbidos en la sangre tienen un efecto negativo general en el cuerpo, debilitando su sistema inmunológico.