Algunas citas famosas se han utilizado con tanta firmeza que se pronuncian sin pensar siempre de dónde vienen y quién es su autor. Uno de estos eslóganes es "La inspiración no se vende, pero un manuscrito se puede vender".
Este dicho se usa generalmente cuando quieren enfatizar el contraste entre la poesía sublimemente romántica y la "prosa dura" del mundo real. El trabajo, del que se toma el eslogan, está realmente dedicado a este tema.
El creador de la unidad fraseológica
El autor del eslogan es A. S. Pushkin. Éstas son líneas de su poema "Una conversación de un librero con un poeta". El tema del poema era muy conocido por el gran poeta ruso.
A. S. Pushkin pertenecía a una familia sin título, pero aún noble. Llevó una vida secular típica de la nobleza y no estaba libre de algunos de los prejuicios de la alta sociedad. “Pushkin se dio cuenta de su trato no con la personalidad de una persona, sino con su posición en el mundo … y por eso reconoció al maestro más insignificante como su hermano y se ofendió cuando en la sociedad lo saludaban como escritor, y no como un aristócrata”, escribe un contemporáneo del poeta, crítico literario K. A. Polevoy.
Compartiendo las normas y los prejuicios de la sociedad noble, A. S. Pushkin en cierto sentido se rebeló contra ellos. En aquellos días, se consideraba vergonzoso que un noble se ganara la vida con cualquier tipo de trabajo. No se hizo ninguna excepción para una obra tan noble como la creación de obras literarias. Pushkin se convirtió en el primer noble ruso que no solo creó obras literarias, sino que las utilizó como fuente de sustento, por lo que el tema de la relación del poeta con los libreros le era cercano.
Conversación de un librero con un poeta
A. S. Pushkin escribió este poema en 1824. Ese fue un punto de inflexión en la obra del poeta. Si antes su trabajo gravitaba hacia el romanticismo, en los años posteriores las características del realismo se manifiestan cada vez más claramente en él. “La conversación del poeta con el librero” se convierte así también en un adiós a las aspiraciones de la juventud: el poeta entra en un período de madurez, que tiende a mirar el mundo con una mirada sobria, desprovista de ilusiones románticas.
El poema está construido en forma de diálogo entre dos personajes: el vendedor de Knogo y el poeta. El poeta, cuyo discurso está teñido de numerosas alegorías e imágenes vívidas, añora los tiempos en que escribió "por inspiración, no por pago". Entonces sintió una unidad con la naturaleza y se liberó tanto de la "persecución de un ignorante vil" como de la "admiración de un necio". El poeta quiere glorificar la libertad, pero el Librero devuelve al héroe romántico a la realidad, recordándole que "en esta época no hay hierro sin dinero y sin libertad". Al final del poema, el poeta está de acuerdo con su oponente, lo que se enfatiza con el paso de la poesía a la prosa: “Tienes toda la razón. Aquí está mi manuscrito. Pongámonos de acuerdo."
La quintaesencia de esta posición mundana y sobria, que incluso el Poeta se ve obligado a aceptar, es la frase puesta en boca del Librero: "La inspiración no se vende, pero el manuscrito se puede vender".